Jorge Alberto Gudiño Hernández
15/06/2025 - 12:01 am
Desaparecidos en Tijuana
Deseo que, pese a la repetición de fotos, a la acumulación de capas sobre los postes de electricidad, esos avisos sirvan para dar certidumbre a quien busca a sus desaparecidos pues la incertidumbre es otro de los dramas que se suma a la migración.
Fui a Tijuana el fin de semana pasado, invitado por la Feria del libro para presentar “Yo soy el otoño”, mi más reciente novela. Me gusta esa feria por muchas razones. Entre ellas, que la organiza, entre otras instituciones, una asociación de libreros de Tijuana. Eso significa, entre otras cosas, que son quienes están en contacto directo con los lectores quienes curan la feria. También me gusta la ciudad por su comida, por ser el límite de nuestro país, porque su gente es amable y está cargada de historias, porque muchas de las personas con las que uno platica crecieron a ambos lados de la frontera.
Llegué el viernes y ese mismo día decidí cruzar a San Ysidro. Hay un outlet cerca y tiene su encanto el cruce fronterizo a pie. Nunca lo he hecho en coche. Las filas son de kilómetros, sin exagerar, aunque parece que el sistema es bastante expedito. Para quienes cruzamos a pie, la fila se extendía, acaso, unos cuantos cientos de metros. Y la experiencia era muy similar a otros cruces previos: la mayor parte de quienes me rodeaban eran empleados que vivían de un lado de la frontera y trabajaban del otro. Como las plantas manufactureras trabajan tres turnos, no era raro que fueran o regresaran a cualquier hora. Al ser viernes, había familias que, presumo, volvían a sus casas en San Diego, para regresar el lunes a sus diferentes obligaciones. Había pocos turistas. Una fila paralela se iba formando más adelante. Personas humildes con maletas o hatajos de ropa, esperando una autorización que, quizá, llegaría. Se formaban en una fila que, más tarde, los conduciría a un edificio diferente al que los demás entrábamos. A saber si les permitirían el paso. Algunos comentaban que eran procesos para reclutar trabajadores que se necesitaban en Estados Unidos. De ser así, las contradicciones con un Gobierno que persigue migrantes son evidentes.
En torno a la fila había lo acostumbrado: puestos de comida, farmacias, personas ofreciendo mazapanes y mendicidad. Al menos, hasta antes de la entrada formal al edificio. También había quienes repartían publicidad para antros y clubes nudistas. Y postes de electricidad tapizados con anuncios. El primero que me llamó la atención estaba pegado sobre otros tantos, las capas que dejan constancia del tiempo y de la desesperación. Se anunciaba el nombre de una persona, acompañado de su foto. Venían sus rasgos particulares y la última vez que había sido visto: en la estación de camiones de Tijuana. Por último (y por principio, pues los caracteres eran mucho más grandes y coloridos), la oferta de una recompensa: cinco mil dólares a quien proporcione ayuda para localizarlo.
Tras ver el primer aviso se desplegaron por decenas frente a mí. De algunos apenas alcancé a ver fragmentos: el nombre roído por la lluvia, la foto arañada o las señas particulares ocultas por otro volante. Cambiaban los nombres, las señas particulares, el recuento de los tatuajes, el monto de la recompensa y el último lugar donde había sido visto el sujeto desaparecido: la misma fila donde yo estaba, la terminal de autobuses, un puesto de reclutamiento, una dirección desconocida.
No tengo idea del destino de esas personas. Siendo optimista, se puede suponer que algunos cruzaron, que viven en medio del terror de ser perseguidos del otro lado de la frontera, pero están bien. Siendo pesimistas, es fácil concluir que fueron engañados, que tras pagar por el cruce terminaron muertos en algún paraje desconocido.
Yo crucé sin mayor problema minutos más tarde y, un par de horas después, crucé de vuelta. Supe, desde que vi los primeros anuncios, que no estaban dirigidos para alguien como yo, sino para alguno de los tantos que cruzan frecuentemente y que, quizá, conozcan o sepan algo del desaparecido. Ignoro qué tan eficiente es el método de búsqueda. Sin embargo, deseo que, pese a la repetición de fotos, a la acumulación de capas sobre los postes de electricidad, esos avisos sirvan para dar certidumbre a quien busca a sus desaparecidos pues la incertidumbre es otro de los dramas que se suma a la migración.
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